La música tiene un poder increíble sobre el desarrollo de los niños. Desde que nacen,…
El origen de la música: una historia que empezó mucho antes de los instrumentos

¿Sabías que mucho antes de que existieran los instrumentos musicales ya había música? Sí, incluso antes de que alguien tocara una guitarra o inventara el piano, ya había ritmo, melodía… y emoción.
Y es que la música no nació en una sala de conciertos, sino en medio de la naturaleza, cuando los primeros seres humanos descubrieron que podían hacer sonidos con su voz, con las manos, con piedras, con palos… ¡y con el corazón!
Cuando la música era puro instinto
Imagina hace miles de años, en una cueva o junto a un río. Las personas no hablaban como ahora, pero se comunicaban con gestos y sonidos. Golpeaban el suelo, aplaudían, imitaban los sonidos del viento o de los animales. Sin saberlo, estaban creando los primeros ritmos. La música nació como una forma de expresarse, de compartir lo que sentían, de unirse como grupo.
No había escuelas de música, pero sí necesidad de conexión. Y servía justo para eso.
La voz, nuestro primer instrumento musical
Antes de las flautas y los tambores, el ser humano ya tenía un instrumento maravilloso: la voz. Con ella, empezó a cantar. Cantaba para calmar a los bebés, para despedir a los que se iban, para celebrar que había comida, o simplemente para sentirse acompañado.
Las primeras canciones no estaban escritas. Se pasaban de generación en generación, de boca en boca, y cada una contaba una historia, un sentimiento, un pedacito del alma humana.
Los primeros instrumentos fueron muy creativos
Los arqueólogos han encontrado flautas hechas con huesos de aves, tambores de piel y cuerdas tensadas con conchas. Todo lo que sonaba podía convertirse en música. Y lo mejor es que muchos de esos instrumentos primitivos los pueden recrear hoy los niños en casa, con materiales simples y mucha imaginación.
Así que si tu peque alguna vez golpea una olla como si fuera un tambor o sopla por un tubo y dice que es una flauta… está haciendo lo mismo que hicieron nuestros antepasados hace miles de años.
Para crecer, aprender y sentir
No solo es divertida, también es buena para el desarrollo infantil. Estimula el lenguaje, mejora la memoria, refuerza el vínculo emocional y ayuda a regular las emociones. Por eso es tan habitual encontrar canciones en las escuelas, en las rutinas diarias y en los momentos más importantes de la infancia.
Cantar mientras se recoge, bailar mientras se viste, inventar letras graciosas a la hora del baño… todo eso también es música. Y es parte del origen que seguimos escribiendo cada día.

¿Y en casa? La música también nace ahí
No necesitas ser músico profesional para llenar tu hogar de música. Poner una canción para despertar con alegría, cantar una nana antes de dormir o hacer un pequeño concierto en la cocina con cucharas y vasos ya es suficiente.
Cuando creas momentos musicales con tu hijo o hija, no solo estás entreteniendo: estás dejando huellas emocionales profundas, estás enseñando sin palabras, y estás conectando desde un lugar muy especial.
La música es de todos, y para todos
Una de las cosas más bonitas de la música es que no necesita traducción. Puedes no entender la letra, pero sentirla igual. Puedes no saber tocar un instrumento, pero emocionarte al escuchar una melodía.
Y eso es justo lo que nos une desde el principio de los tiempos: el deseo de emocionarnos, de compartir, de contar historias… con notas, con sonidos, con ritmo.
El origen de la música no está solo en la historia de la humanidad. También está en cada canción que cantas con tu peque, en cada ritmo que inventan con las manos, en cada momento que comparten al son de una melodía.
Así que la próxima vez que escuches música con tu hijo o hija, recuerda: no estás solo disfrutando de un sonido. Estás siendo parte de algo muy antiguo, muy poderoso… y profundamente humano.
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