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Cómo mantener una rutina de sueño saludable durante las vacaciones

En vacaciones cambia todo: horarios, comidas, lugar de residencia, temperatura y… también el sueño. ¿Es posible mantener una rutina saludable sin que las noches se conviertan en un caos? Sí. ¿Es fácil? No siempre. Pero hay estrategias realistas para lograrlo.
Nosotros no te vamos a decir que “la clave es mantener la rutina”, porque ya lo sabes. Vamos más allá: ¿cómo se hace eso cuando estás en un hotel, en casa de los abuelos, o cuando te saltas la siesta por un planazo de playa?
¿Dónde estás pasando las vacaciones?
No es lo mismo dormir en tu casa de siempre que en una casa rural, un apartamento con amigos o un hotel con animación nocturna. Según el lugar, conviene adaptar expectativas y estrategias:
- Si estás en casa propia (o segunda residencia): Intenta mantener la misma habitación para el peque, o al menos la misma cama y objetos familiares (su peluche, su manta, su luz nocturna).
- Si estás en casa ajena o de familiares: Es común compartir habitación con los niños. Aquí el reto es doble: conseguir que se duerman sin distracciones (ni tele encendida, ni charlas en voz alta). Usa auriculares para escuchar algo tú y evita encender luces al acostarte tú más tarde.
- Si estás en un hotel: Adapta la rutina al ritmo del hotel. ¿La animación termina a las 22h? Entonces empieza la rutina justo después. Puedes crear un “kit de sueño” para viajes con cuentos, difusor de lavanda portátil, su pijama preferido y una historia de Babypar en audio.
¿Qué pasa con los horarios?
Olvídate de la rigidez del cole, pero no caigas en el “hoy duerme a la una, mañana a las diez”. Lo importante es que haya una franja general de sueño (por ejemplo, entre las 21:30 y las 22:30) y que la señal de “es hora de descansar” sea clara.
Si una noche se acuestan tarde porque hubo cena en el chiringuito, no pasa nada. Pero al día siguiente intenta bajar el ritmo por la tarde: un cuento largo en la cama, música relajante, masaje con crema… lo que funcione en tu caso.
Ejemplo real: Ana y Pablo, padres de dos hijos
- Ana (mamá): Suele encargarse de la rutina nocturna. En vacaciones lleva una bolsita con cuentos cortos, un difusor con olor a lavanda y una playlist suave en el móvil. Si están fuera de casa, sigue con ese ritual para dar continuidad.
- Pablo (papá): Aprovecha las noches para jugar un rato extra con los peques. Cuando se alargan, propone juegos tranquilos tipo “adivina el sonido” o “historias inventadas” para que el paso del juego a la cama no sea tan brusco.
¿Y si no hay persianas? El verano y la luz
Uno de los mayores enemigos del sueño infantil en verano es la luz. A las 21:00 todavía hay claridad y muchos niños no sienten sueño.
Solución práctica: Lleva de viaje cortinas opacas portátiles (hay modelos con ventosas), antifaces infantiles o crea un “refugio” con mantas en la habitación para filtrar la luz si estás en un sitio luminoso.
¿Pantallas? Sí, pero con cabeza
En vacaciones hay más tiempo libre, más pantalla… y más riesgos de que estén con el móvil justo antes de dormir.
Alternativa realista: Si no puedes evitar las pantallas del todo, pon una regla clara, como “solo hasta después de cenar”. Luego propón algo alternativo: si están en la terraza, que te cuenten su momento favorito del día. Si están cansados, pon un audiocuento o nuestro podcast: Sueños felices de ramas y raíces.
¿Qué pasa con las siestas?
Si tu hijo todavía duerme siesta y está muy activo en vacaciones, es normal que empiece a saltársela. ¿Qué puedes hacer?
- Si no duerme, crea al menos una hora tranquila: lectura, cuentos, juego silencioso.
- Si la siesta es tardía (17:00-18:00), acuéstate con él solo un rato para que no se prolongue y afecte la noche.

En resumen…
- Las vacaciones no son el fin de los buenos hábitos, solo una oportunidad para adaptarlos.
- Lo importante no es hacerlo perfecto, sino dar señales consistentes de que llega el momento de dormir, incluso si estás en otra ciudad o en una hamaca.
- Y si una noche se rompe todo… respira, improvisa y empieza de nuevo al día siguiente.
Porque al final, dormir bien es un hábito que se construye, se cuida… y también se negocia con paciencia y sentido común.
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